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El pintor Hans Holbein, pinta en 1533 una obra por demás enigmática, “Los
embajadores”, en la que aparece una figura curiosa e indescifrable a los pies de los personajes. Se
trata de un “anamorfismo” de una calavera, la que se puede apreciar en su forma correcta si se
observa el cuadro desde el lateral izquierdo y con una visión casi rasante a la superficie del mismo.
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Las nuevas tecnologías al servicio del Arte
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La cuestión que se plantea es si una herramienta, en este caso un programa de computación, puede sustituir la capacidad creativa del
individuo, o si lo que hace es liberarlo de una tarea más o menos engorrosa y que en definitiva no es
lo que define la calidad artística de una fotografía o una pintura.
Dicho de otro modo, un efecto vistoso no significa que la obra sea mejor o peor, y poco importa si el resultado final se obtuvo a
costa de un gran esfuerzo físico o simplemente apretando el botón izquierdo del “mouse”.
Debemos recordar que las deformaciones han sido usadas desde hace mucho tiempo como medio
expresivo en las artes plásticas.
Albrecht Dürer planteaba en su tratado “Los cuatro libros de las
Proporciones Humanas”, y en particular en el Libro Tercero, varios métodos que permitían al
artista cambiar las proporciones de una figura. Estos métodos constaban de diferentes tipos de
aplicaciones geométricas, algunas de las cuales son aplicaciones afines, esto es, aplicaciones
unívocas en la que los puntos se aplican en puntos, las líneas se aplican en líneas y la línea al
infinito de un plano se aplica en la línea al infinito del plano de la aplicación.

"The Ambassadors", 1533. Hans Holbein, London.
Su compatriota, el pintor Hans Holbein, pinta en 1533 una obra por demás enigmática, “Los
embajadores”, en la que aparece una figura curiosa e indescifrable a los pies de los personajes. Se
trata de un “anamorfismo” de una calavera, la que se puede apreciar en su forma correcta si se
observa el cuadro desde el lateral izquierdo y con una visión casi rasante a la superficie del mismo.

"La condición humana I", 1933. René Magritte.
Los motivos que llevaron a Holbein a pintar esta figura son por demás oscuros, aunque se especula
con la enfermedad de uno de los representados, preanunciando su fin, con la vanidad del ser
humano, en que las riquezas y lujos de la vida tienen su fin en la muerte, etc.
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