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Sus imágenes tampoco pueden vincularse al segundo presupuesto vertebral del realismo: concebir la paisajística urbana como servicial telón de fondo para el apunte de costumbres o para la crítica social. Por el contrario, la ciudad elige ser escenario determinante y absoluto.

La ciudad no es el lugar donde dejar transcurrir las peripecias humanas. Más aun, es un hermoso y limpio tablado donde se intuyen, se extrañan o se auguran las señales de lo humano; pero cualquier certeza resulta imposible, la ciudad se ofrece serenamente deshabitado, quieta, sin trajines.

"Entrevero". óleo sobre tela, 1998. 73 x 92 cm, José Trujillo.

Del realismo, apenas se persigue la sinceridad reclamada por Manet: la obra franca, impregnada por la intimidad emocional, antes que la obra cerebral y perfecta. Y en algunas telas, la ciudad abarcada y dominada mediante la perspectiva aérea.

"Lo perspectiva alejado, más precisamente el 'paisaje urbano'o 'vista urbana' en que la mismo altura y amplitud del punto de vista del artista tiende a distanciar al espectador bien del compromiso con la anécdota dramática, bien de su concentración en el detalle perspectiva preciso".

"Taranco". óleo sobre tela, 1999. 73 x 92 cm, José Trujillo.

La segunda precisión tiene que ver con los trasiegos de la mirada, con el cambiante vínculo que el artista ha mantenido con Montevideo, su ciudad natal. Viviendo primero en ella, trasladándose después a Maldonado.

Regresando de tanto en tanto para mirarla intensamente, redescubriéndola en el espacio intimista de las vivencias atesoradas.