No.16 - Abril 2001
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El 24 de Octubre pasado, el Musée d’Orsay de París, en producción conjunta con el Dansmuseet de Estocolmo y con la colaboración de la Biblioteca Nacional de Francia y del coreógrafo y director del Ballet de Hamburgo, John Neumeier, inauguró una exposición que reunía la mayor colección de objetos de Arte relacionados con el bailarín Vaslav Nijinsky.
Eterno Nijinsky

por Elna Matamoros Ocaña

Los amantes de la Danza han encontrado a finales del año 2000 una nueva motivación para acercarse a las ciudad del Sena.

El 24 de Octubre pasado, el Musée d’Orsay de París, en producción conjunta con el Dansmuseet de Estocolmo y con la colaboración de la Biblioteca Nacional de Francia y del coreógrafo y director del Ballet de Hamburgo, John Neumeier, inauguró una exposición que reunía la mayor colección de objetos de Arte relacionados con el bailarín Vaslav Nijinsky.

Vaslav Nijinsky en "Le Spectre de la rose", Paris (1911).
Foto de E.O. Hoppé. © Roger Pryor Dodge collection.

Artistas como Kokoschka, Rodin, Troubridge, Hoffman, Bakst… cayeron rendidos al embrujo de este joven artista, que en apenas diez años de carrera, se instauró como uno de los mayores mitos del Siglo XX.

La colección presentada por el Musée d’Orsay nos recuerda la fragilidad y la grandeza, el triunfo y el fracaso del que fue la gran estrella de los Ballets Russes y más tarde, su víctima.

Vaslav Nijinsky nació en Kiev en 1889, hijo de una pareja de bailarines de origen polaco, y se formó en la Escuela Imperial de Ballet de San Petersburgo (actual Escuela Vaganova), en cuya compañía ingresaría en 1909.


"Quiero bailar porque lo sienta, y no porque la gente lo este esperando."

Allí se encuentra con el empresario Serge Diaghilev, probabemente el que, sin haber sido intérprete o creador, más ha hecho por la Artes de la historia contemporánea.

Bajo su influencia, el joven Vaslav sufre una transformación absoluta, y cuando es invitado a formar parte de los Ballets Russes para su presentación en el Théâtre du Chatelet de París, los que le rodean son ya conscientes de que se está forjando una auténtica estrella.

El primer regalo de Diaghilev a su joven amante fue la colección completa de la publicación Mir Iskusstva (El mundo del Arte), que él mismo había creado. Para Nijinsky fue la primera ventana a ese mundo, y pasaría horas enteras contemplando sus ilustraciones, alimentándose del trabajo de otros artistas y, siendo éste su más valioso tesoro, le acompañó en sus viajes durante toda la vida.

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