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La cultura es diversa, (y por suerte que lo es), y la necesidad de
respeto y complementación mutua es tan necesaria entre los diversos
pueblos del planeta, como entre otras antinomias entre las que está
el público y los artistas.
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Público y Artistas
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De acuerdo a la vertiginosidad de cómo se desarrollan los acontecimientos en
el plano de la cultura, cabe preguntarnos si es posible acortar la brecha
entre público y artistas, y saltar la valla propuesta por Hausser,
identificando a los actores responsables, para exigir de ellos una actitud
acorde. Y llegado a este punto, es obvio que está implicada toda la sociedad,
ya que sus integrantes son público y artistas.
Una primera propuesta implica al sistema educativo como acercador de las
partes. Por su puesto que aquí hay mucho por hacer: no hay comprensión
posible, cuando las grandes mayorías no adquieren ciertos bienes de la
cultura: códigos, mensajes, ideas, sensibilidades, etc. Esto eximiría de
“culpa” al gran público que sumido en las coordenadas que imponen los
medios masivos de comunicación, la cultura básica de lo que Sartori
llama el “Homo videns” (en contraposición al “Homo sapiens”) -predominancia
de la televisión y la imagen fácil-, estaría imposibilitada de mejores
logros.
Marcel Duchamp (1887-1968). "Fountain", Ready-made: porcelain urinal (1917), altura 60 cm.
El descubrimiento del ready made en el siglo XX revoluciono las
posibilidades para las creaciones artisticas, al permitir el uso
de un objeto cualquiera en una obra de arte.
Si bien la tendencia sana de toda sociedad debe ser la de extender, y
democratizar los bienes culturales, o sea tener en cuenta su carácter
cuantitativo, no debemos olvidar el aspecto cualitativo de dichos bienes,
que son sociales, y que su adquisición no está libre de clases, roles,
medios, etc.
Olvidarlo conduce a una visión esquemática de la cultura: una entidad
única y abstracta a la que todos aspiran a dominar.
La cultura es diversa, (y por suerte que lo es), y la necesidad de respeto y complementación
mutua es tan necesaria entre los diversos pueblos del planeta, como entre
otras antinomias entre las que está el público y los artistas. Una visión
igualadora o igualitaria no debe pasar por alto cuan imposible resultaría
decidir de antemano hacia dónde debemos igualar.
No parece aceptable que el ideal de cultura esté representado por los grupos
de acumulación de conocimiento tal como se desarrollan en un mundo tan
desigual. Nos inclinaríamos más bien por potenciar todas las expresiones
culturales: multiplicaría los caminos, y contribuiría a la formación de
la verdadera Cultura Humana, no por la uniformización sino por la
acumulación y la diversidad.
Comprender el problema en forma global plantea grandes desafíos a la
educación; es necesaria una actitud más exploratoria que dogmática o
académica.
Y volviendo al tema de las responsabilidades, todos absolutamente todos, en
tanto seres pensantes y participantes de cultura estamos en condiciones de
adoptar esa actitud de respeto y complementación. Valores básicos de
tolerancia y convivencia están en juego en la diversidad de expresiones
culturales.
En cuanto a la participación de los artistas en este tema, y más allá de
que podamos relativizar la intencionalidad de la obra de arte, existe un
movimiento importante de búsqueda intercultural que también implica
romper con otras barreras, por ejemplo, entre lo culto y lo popular.
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