No. 9 - Mayo 2000
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Nunca había tenido alternativas, desde el momento en que tomó el lápiz y el carboncillo, a los diez años, en Santo Tomás. No las tenía en ese momento. Era preciso seguir viviendo, y eso significaba seguir con la pintura...

De Irving Stone, una biografía novelada de Camille Pissarro

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- Antes de tener cohesión ni nombre, el líder había sido Edouard Manet, pero rechazaba ese deseo de exponer de modo independiente. De sus tres cuadros presentados al Salón de 1874, dos fueron rechazados; del tercero, “Ferrocarril”, se dijo que era “un horrible mamarracho recortado en hojalata”.

Manet, completamente molesto, acusó a los impresionistas, título que desdeñaba, de haberlo abandonado una vez más.

"Gelée blanche" (Hoarfrost), 1873. Oleo sobre lienzo, 65 x 93 cm. Camille Pissarro. Musee d'Orsay, Paris.

Camille anunció entonces:

- Los críticos nos devoran, acusándonos de no estudiar. Vuelvo a mi trabajo; eso es mejor que leer sus diatribas. De ellas no se aprende nada.

Había estado “lavando la boca al burro”.

"Boulevard Montmartre: Morning, Grey Weather", 1897.
Oleo sobre lienzo, 73 x 92 cm. Camille Pissarro. National Gallery of Victoria, Melbourne. Australia.

- Sin embargo, de haber podido comenzar de nuevo, habría seguido la misma senda. Nunca había tenido alternativas, desde el momento en que tomó el lápiz y el carboncillo, a los diez años, en Santo Tomás. No las tenía en ese momento. Era preciso seguir viviendo, y eso significaba seguir con la pintura. Amar la vida, amar a su familia, amar al mundo tal como era.

La vida no tenía fin. Sólo la pintura importaba.

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