|
|
|
La historia de Erin Brockovich: una acción civil de Steven Soderbergh (página 2)
Con estos materiales, Soderbergh se toma todo el tiempo del mundo
para describir la historia de esta cruzada en pos de reclamar justicia para
más de 600 personas afectadas por enfermedades tremendas. Y será Erin
Brockovich quien se encargará, en fase indagatoria, de ir acumulando
evidencias. Paso a paso, robándole horas al sueño, a sus hijos cuidados
por un sereno, atípico motoquero con Harley Davison (Aaron Eckhart) que
se enamora perdidamente de Erin.
Gemmenne de la Peña (Katie), Scotty Leavenworth (Matthew) y Aaron Eckhart (George).
Soderbergh, fiel a su estilo de narración, construye un fresco por momentos
árido y moroso donde la cámara básicamente persigue todo el tiempo las
gestualidades, los impulsos de furia, de excitación y ansiedad que Julia
Roberts le imprime a ese personaje obsesionado por permitirse ser útil a
un puñado de gente indefensa y, al mismo tiempo, ver como su autoestima
va creciendo a medida que todo el poblado confía solamente en ella para
ganarle el caso a una poderosa empresa que niega absolutamente todo y
que, en todo caso, quiere negociar y no ir a tribunales.
Lo cierto es que Soderbergh es demasiado puntilloso en el seguimiento y
desarrolló la anécdota y, a la hora de metraje, el rostro de esa dudosa
actriz (aunque muy popular, desde luego), puede agotar a los espectadores.
Hay una narración aplicada, secuencias de gran resolución dramática, afinada
pintura de los ambientes cotidianos, pero allí la señorita Julia arruinándolo
todo. No es que esté mal: el personaje se la devora al punto que en
definitiva la sapiencia de Finney soporta con dignidad el suceder de una
historia de perfiles humanistas.
Erin Brockovich, el filme, posee las mejores intenciones. Pero Steven
Soderbergh alarga demasiado las secuencias (aunque hay buenos momentos a
partir de los diálogos) y todas las emociones que se pretende en el filme
se vuelven un asunto anodino, sin impacto emocional. Una lástima.
|
1 2
|