Johannes Itten
(1888-1967)

Composición Nro.8, 1939-42
Piet Mondrian

Piet Mondrian
(1872-1944)

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Tal vez Kandinsky, Itten y los otros artistas que en las primeras décadas de este siglo se enfrentaron al problema de establecer un lenguaje claro y preciso para las artes plásticas, no tuvieron en cuenta cuan diferentes podían llegar a ser la forma y el color. Enfocando el problema desde otro punto de vista, puede ser interesante el auxilio de la Teoría de los Conjuntos de G. Cantor y su noción de “infinito”. ¿Se pueden poner en equivalencia dos conjuntos cuya potencia de infinito es distinta? Obviamente no, por cuanto un conjunto tendría más elementos que el otro.

"Espiral" 1967, óleo sobre lienzo (50 x 50 cm) Johannes Itten

Si bien un observador normal experto en colores puede llegar a diferenciar entre sí más de 100 000 matices de colores, en principio la cantidad de mezclas de colores sería infinita. Las formas planas proporcionadas por la geometría pueden también ser infinitas. ¿Cuántos polígonos regulares pueden existir?, ¿cuántos irregulares?, y los polígonos mixtilíneos ¿a cuanto ascienden?. Tal vez un análisis sistemático de ambos infinitos nos diera la potencia de cada uno de ellos, con lo que veríamos la posibilidad, o no, de establecer una relación uno a uno entre ambos conjuntos.

Pero eso, ¿a dónde nos llevaría?. La idea de asignar una forma a un color parece más cercana a una codificación artificial que a una ley natural, como pueden ser las señales de tránsito –octógono rojo para indicar “PARE”. Además, distintas culturas en distintos períodos de la humanidad han establecido sistemas codificados de color basándose en consideraciones diferentes. Por ejemplo, el uso del color en los templos de la Grecia clásica estaba bastante normalizado, asignando colores determinados a algunas partes de sus componentes arquitectónicos. Plintos rojos coronados con una banda negra y estrías blancas, nichos azules encuadrados por columnas blancas, etc.