No.17 - Julio 2001
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Construcción de imágenes profundas y emotivas en su desenvoltura, todo ello matizado por la banda sonora y por un guión de parlamentos por momentos entrañables y humanistas, nunca concesivos, siempre de una nobleza impar como los propios personajes a los que vida.

En busca del destino

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Descubriendo a Forrester tal vez pueda leerse como una variación interesante de lo que fuese la muy laureada "En busca del destino": es decir que, en el filme, se plantea otra vez que la atención se focalice en el itinerario de otro adolescente superdotado (como el personaje de Matt Damon en "En busca del destino"), miembro de la comunidad negra, excelente basketbolista y sobre todo promisorio escritor que vive en un barrio de calles peligrosas como el Bronx.

Es que Jamal (Rob Brown) es de lo que están vivenciando la interioridad de una incertidumbre que, según intuye, marcará su destino: es un deportista de destaque, pero sus intenciones van por el lado de la escritura.

Ese jovencito de ojos muy despiertos, lector voraz, posee todo el temperamento del narrador - escribe por las noches encerrado en su cuarto en pequeñas libretas- que funda febril y torrencialmente historias de su entorno con una envoltura y soltura fascinantes.

Un hecho casual sitúa a Jamal frente a un mítico y cascarrabias escritor de nombre William Forrester (Sean Connery - quien publicó una novela que tiene calidad legendaria, es objeto de culto entre generaciones de lectores y de estudio obligatorio en las universidades), y desde luego, amanecerá una relación progresiva entre ambos que tendrá filosas conversaciones de pulsación intelectual y asimismo de una evolución afectiva, a tal punto que la misma decidirá la dirección del epílogo de la trama.

Jamal, por sus potencialidades, ha llamado la atención de un prestigiosa instituto de enseñanza privado de Manhattan y allí se manda ese muchachón del Bronx con aire de cantante de rap y de pandillero (y dicho sea de paso, la banda sonora de la película incluye exquisiteces de Miles Davis y de Bill Frisel), su pelota de baloncesto y su aire de pandillero, aunque su utopía es la del individuo que será escritor pese a su color de piel, la inevitable descriminación y los traspiés que mantendrá con su profesor de literatura (Murray Abraham).

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